Perspectiva del Palacio de Cibeles.... y su interior


 Su historia comienza a principios del siglo XX, cuando Madrid soñaba con ser una ciudad moderna y poderosa. El Ayuntamiento aún no vivía aquí; este palacio nació como el Palacio de Comunicaciones, la gran casa de correos y telégrafos de la capital. Fue diseñado por dos arquitectos visionarios: Antonio Palacios y Joaquín Otamendi, que imaginaron un edificio que impresionara a cualquiera que lo viera. Su fachada mezcla piedra, hierro y cristal, creando un estilo único, a medio camino entre lo clásico y lo moderno.
Durante décadas, este lugar fue un hervidero de actividad: carteros entrando y saliendo, telegramas cruzando el país, cartas que traían noticias de amor, de guerra y de esperanza. Pero con el tiempo, su función cambió. A comienzos del siglo XXI, Madrid decidió que este palacio debía ser algo más que una oficina de correos: debía convertirse en el corazón del gobierno municipal. En 2007 comenzó su transformación y en 2011 se completó. A partir de entonces, aquí se instalaron el alcalde y el equipo de gobierno de la ciudad.

Hoy, el Palacio de Cibeles no solo es un centro de decisiones políticas: es también un espacio abierto a la ciudadanía. En su interior hay exposiciones, conciertos y actividades culturales. Su Galería de Cristal —un patio cubierto con una impresionante bóveda de vidrio— acoge eventos públicos, y desde su mirador se puede ver la ciudad extendiéndose más allá de la Gran Vía (Madrid) y la Puerta de Alcalá.


Pero antes de llegar aquí, el Ayuntamiento tuvo su hogar en otro lugar: la Casa de la Villa, en la Plaza de la Villa, un edificio barroco que durante siglos fue la sede municipal. Allí, entre muros de piedra, se tomaron decisiones que marcaron el rumbo de Madrid desde el siglo XVII. Era una sede pequeña pero cargada de historia: allí se reunían los regidores, se debatían impuestos, obras y leyes locales.

Con el paso del tiempo, la ciudad creció y necesitó un lugar más grande, más abierto y representativo. Así, el poder municipal se trasladó al Palacio de Cibeles, un símbolo de la Madrid moderna, pero sin olvidar sus raíces en la Casa de la Villa, testigo de la historia antigua de la ciudad.

Hoy, cuando cae la noche y la fuente de Cibeles brilla iluminada, el Palacio se alza imponente como una mezcla perfecta de pasado y presente: un lugar donde antes viajaban cartas… y ahora se toman decisiones que hacen que la ciudad siga latiendo. 





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